Soy una mujer previsora y planificadora así que os adelanto que salí airosa de la situación.
Aunque no la había previsto ni planificado.
El nivel de pijos era pijos muy pijos. Pijos nivel yate en un lago de Suiza y bañadores para sus bebés de tres cifras para arriba.
Aclaro que lo que destacaba aquí no eran los megapijos en si, lo que llamaba la atención era la su elevada proporción.
No todo eran megapijos, estaban también los pijos normales. Unos cuantos eran de los megapijos que fingen no serlo y van despeinados pero vestidos de Burberry. No cuela, pero yo les sigo el rollo si es necesario.
Además estábamos nosotros, que salimos de casa con chaquetas por si llovía y los 28 grados nos pillaron… en bragas. No hablemos de lo que nos hicieron sudar.
Había algún despistado como nosotros más. Se nos distinguía por la cara de «¿Pero dónde me he metido? ¿Esto será de acceso restringido?».
Cómo acabamos allí, te preguntarás.
De chiripa.
En esa zona de Lucerna no habíamos estado nunca. Es una zona cara que tiene un hermoso castillo con jardines abiertos al público. En el mapa para las visitas vimos que había varias zonas de baño y nos fuimos directos a mojarnos los pies porque había subido la temperatura casi hasta los 30 grados.
En la primera zona a la que fuimos había un montón de chavalada y nos tuvimos que ir porque sus juegos no eran compatibles con los de un tresañero que va a lo loco.
Así que, por la integridad física del peque, volvimos sobre nuestros pasos y nos fuimos a otra de las zonas de baño.
Allí había había un pequeño grupo de chavales jugando a un juego de beber (alcohol se entiende) a las cuatro de la tarde ( a ver que lo mismo tenían que estar en casa a las cinco para cenar, no nos escandalicemos, esto es Suiza) y algunas personas más con la adolescencia muy superada.
En nuestra mochila, que alternamos mi marido y yo, en cuanto empieza a apretar el sol meto un bañador para cada uno de los peques y una toalla de microfibra. Aquí hay muchas zonas de baño incluso en los parques y jugar con el agua es entretenido para ellos y un descanso para nosotros que no quiero desaprovechar nunca jamás.
Los peques tenían un bañador pero en esta zona de baño había un gran escollo que solventar.
Al lago se accedía por una escaleras estrechas de piedra bastante verticales. Como entrar entrar en una piscina con olas de tamaño variable según el tamaño y lo cerca que pasarán los barcos.
Parece guay pero no es apto para dejar solos a niños pequeños allí ya que una ola te puede empujar contra el muro de piedra.
20 grados, el agua fresquita y nosotros sin bañador.
Mi marido se estaba achicharrando.
Yo lo miré.
Me saque las gafas.
Me saqué el sombrero.
Y… me saqué el vestido.
Me puse las gafas.
Me puse el sombrero.
Lo volví a mirar.
Daba el pego y lo sabía.
Me metí en el agua.
Lo miré.
Me miró.
En ese momento supe que envidiaba mis bragas.
Mis bragas negras básicas de Primark.
Entre pijos.
¡Qué bien me sentó el baño!
Moraleja: no subestimes la versatilidad de unas bragas básicas negras (de Primark).
- NOTA: El sujetador era de H&M, negro, con forma de triángulo y sin aros. Muy cómodo. Y pasa por un bikini si le cortáis las etiquetonas blancas ;D.
- NOTA 2: Cuando me vestí para salir, me iba a poner un sujetador igual pero color «carne» (no mi carne, desde luego). Me lo cambié pensando «todo negro, parece un bikini». Llamadle suerte, intuición, potra, destino o como queráis. Había llovido y metimos los chubasqueros por si las moscas…
- NOTA 3: La foto no se corresponde con la historia y llevo un bikini. No quedaron pruebas gráficas.
¿Te habrías bañado en bragas o te habrías achicharrado e impedido que los niños se bañaran?